sábado, 1 de marzo de 2014

Las Etapas Holísticas del Nacimiento, por: Whapio Diane Bartlett. Parte VII a XI.

Las Etapas Holísticas del Nacimiento, por: Whapio Diane Bartlett.
Parte VII a XI. 



VII. "Las olas grandes".

Segunda fase de la segunda etapa. Pujar.

La cabeza del bebé llega hasta el periné. La mamá lo puede sentir, y en algunas posiciones, la pareja puede verlo. La mamá sabe que su bebé está justo ahí. La sensación del bebé en el periné traerá contracciones para que la mujer puje, si es necesario. Normalmente las mujeres se vuelven una con la fuerza de las olas, pero he visto mujeres que no pujan activamente en ningún momento del parto. El útero lo hace todo. Las mujeres articulan durante estas contracciones de nacimiento, y la canción de vida que había empezado en el trabajo de parto temprano empieza a crecer hasta convertirse en una maravillosa aria. La voz de la madre guiará al bebé hacia el final del túnel. Estos sonidos del universo estimulan al bebé a través de su viaje y crean la tensión y excitación natural que se genera cuando se alcanza una meta. En este momento, cerca de la coronación, la mamá experimenta una descarga de adrenalina. En la velocidad de la luz está en dos mundos. Su trance oxitócico de parto todavía está palpable, y a la vez está consciente de su realidad terrenal. Está de regreso y está lista para traer a su bebé a tierra firme. 

He notado que la mayoría de las mujeres se posicionan de la misma manera para parir. Las mujeres a las que no se les dice qué hacer y que se les deja solas… natural y universalmente tienden a hacer esto…

ARROLLIDARSE sobre una rodilla. 

Durante el tiempo entre los mundos, la mayoría de las mujeres están de pie y fluyendo con el trabajo de parto. Se mecen entre contracciones y se inclinan hacia delante durante ellas. Es sabiduría natural. Durante el trabajo de parto, el útero se mueve hacia arriba y hacia delante, y las mujeres se mueven naturalmente junto con el útero, facilitando el proceso. Algunas mujeres incluso sostiene el útero hacia arriba y hacia delante durante las contracciones… sin que sean guiadas para hacerlo. Durante la quietud las mujeres suelen relajarse. Flotan en la tina o se sientan apoyando y descansando la espalda, hasta se acuestan de lado. Cuando resurgen las contracciones, en la marea, las mujeres se ponen de pie otra vez: caminando, balanceándose, inclinándose. Cuando el parto empieza a volverse más intenso y se transforma en grandes olas, las mujeres saben instintivamente que el bebé está cerca y empezarán a encorvarse y acercarse al piso.

Finalmente, cuando las olas grandes alcanzan su máximo, las mujeres invariablemente toman una posición de rodillas, con una apoyada en el piso y la otra doblada. Ninguna mujer dejará caer a su bebé al piso. Se pondrá en cuclillas sobre el piso, una rodilla doblada, la otra en el piso, y facilitará el nacimiento de su hijo. Su pareja normalmente se coloca frente a ella, como el Arcángel, observando y protegiendo, protegiendo a su familia. El proveedor está cerca… esperando a ser llamado más cerca en caso de ser necesario. La mayoría de las mujeres paren a sus bebés solas. Cuando la madre está presente, los bebés no suelen resbalarse fuera del útero, y nadie necesita “cacharlos”. Las manos de la madre saben qué hacer… como siempre… y rara vez se necesita ayuda.El bebé nace y es recibido por las manos de su madre, quien lo coloca suavemente en el lugar que hay preparado en el piso para él. 

Una nota sobre otras posiciones… 

Hay veces, durante las olas, que las mujeres pasarán de estar de rodillas a una posición de manos y rodillas. Es una posición popular porque la mamá puede descansar la espalda del peso del bebé, y puede apoyarse en sus brazos mientras se inclina hacia el frente. Pero una mujer sólo hará eso si sabe que su pareja o su cuidador está ahí para recibir al bebé, pues sabe que ella no puede hacerlo por sí misma. Muchas mujeres confiesan después del parto que la posición de manos y rodillas fue útil en el momento pero que lamentan haberse perdido el nacimiento de su hijo. Alguien más termina recibiendo al bebé, y muchas mamás que conozco no vuelven a escoger esa posición en partos siguientes.

A las mujeres parece no gustarles una posición de cuclillas con apoyo. Pues son totalmente dependientes de que alguien las sostenga durante el parto, normalmente la pareja, y entonces la pareja no ve fácilmente el nacimiento de su hijo/a. También pone a la mujer en un estado incómodo… necesitando que alguien las sostenga durante el parto cuando ellas saben, instintivamente, que no es necesario. Me he dado cuenta que estar en cuclillas con apoyo es una posición que el proveedor le recomendará a la mujer, más que una que la mujer escogería naturalmente por sí misma. También he visto que en esta posición las mujeres tienen dificultad en arquear la espalda, durante el reflejo de
expulsión del feto del que habla Michel Odent.

Semi sentada, la posición más popular culturalmente, es la posición más difícil para tener un bebé. Es cuestión de geometría sagrada. Cuando una mujer se sienta sobre su cóccix, que es justamente donde se sienta cuando está recostada, está obstaculizando el canal del parto. En el parto, el cóccix naturalmente se mueve hacia atrás para dejar pasar al bebé. Cuando la mamá está sentada sobre él, se necesita una gran fuerza para hacer que el bebé pase por encima del cóccix. Y eso suele terminar con un pujo manejado, difícil y pesado, con las piernas dobladas hacia las orejas, y a menudo, gritos y órdenes. Incluso cuando psicológicamente se prefiere esta posición, en el momento del parto nunca he visto a una mujer escogerla, o necesitarla. De hecho, desde una perspectiva fisiológica, incluso estar acostada sobre la espalda es una posición más fácil para el parto, pues el cóccix puede moverse más fácilmente que cuando se sientan sobre él.

Pero a las mamás tampoco les gusta está posición pues intuitivamente saben que no es natural y que crea más trabajo para el útero, que se mueve hacia delante y hacia arriba. 

Las mujeres que optan por un parto en agua, a veces permanecen semi sentadas. Esto funciona en el agua porque la mujer puede levantarse fácilmente para dejar que el cóccix se mueva y el bebé pase. Las mujeres que quieren quedarse en la cama, o que tienen que hacerlo por alguna razón, escogen acostarse de lado. El parto suele ser suave, y equilibra la presión en el abdomen, pero las mujeres comentan que llega a ser incómodo que alguien tenga que sujetar tu pierna durante tu parto. Lo que yo he aprendido de las mujeres que paren, es que ellas, instintivamente, encontrarán la posición que funcione mejor para ellas… normalmente la posición de rodillas. Cualquiera que sea la posición que la mujer escoja… semi sentada, manos y rodillas, o de rodillas.. es la posición natural para ese momento. Nadie tiene una posición correcta para parir. Es tan individual como cada mujer y como cada parto. Mi experiencia ha sido que las mujeres tienden a escoger una posición de rodillas cuando no tienen nada culturalmente impreso.

La diferencia entre las dos fases de la segunda etapa del trabajo de parto:
En la práctica clínica, nos han enseñado un solo aspecto de la segunda etapa del trabajo de parto. En cambio, en este modelo holístico hemos visto que las mujeres no suelen empezar a pujar hasta que la cabeza alcanza el periné, y hemos definido dos fases. La primera fase de la segunda etapa, La Marea, ocurre después de la transición e incluye el tiempo que va de la dilatación completa a la llegada de la cabeza al periné. Comprende el tiempo en que el útero naturalmente baja al bebé por el canal vaginal. La otra fase, Las Olas, se refiere al momento en el que la cabeza del bebé es visible y la madre sienta una urgencia involuntaria por pujar. Hay veces que sentirá al útero empujando durante la marea. Pero ella no puja con él… no es necesario. De hecho, animar a pujar o dirigir el pujo de una mujer cuando la cabeza aún no está en el periné puede ocasionar severos daños a sus tejidos, hacer saltar los capilares, y desorientar a la madre, que sabe instintivamente que el bebé bajará por sí mismo, con privacidad, tiempo y la habilidad de encontrar la posición adecuada. Durante las olas usará su propio esfuerzo, junto con el del útero, para hacer nacer a su bebé. Las mujeres me han enseñado que no es necesario decirles cuándo empezar a pujar, o intentar dirigirlas durante el pujo. Esto anula sus instintos, y a menos de que algo vaya mal, su instinto será siempre su mejor guía. Pujar antes de que la cabeza sea visible, que se conoce como pujo dirigido, es un logro bastante dudoso. Acostar a una mujer sobre su espalda, llevar sus piernas hacia sus orejas y apresurarla para que empuje a su bebé hacia abajo y hacia fuera puede ser muy humillante. Es incorrecto instintivamente, es prepotente, y por lo general, innecesario. 

(En ciertas variantes, como mamás con bebés en posiciones posteriores, sí suelen necesitar ayuda para manejar el dolor y con las técnicas de pujar…)

  

VIII. "Emerger".

Nacimiento.

Para cuando el bebé está coronando, la mayor parte de su cabeza ya pasó por la puerta del nacimiento. La madre suele estar extática y con mucha energía. Puede llorar, anunciando su regreso. También ocurre una respuesta a la adrenalina y la mujer se levanta de su posición de rodillas y arquea su espalda. Michel Odent llama a esto reflejo de expulsión del feto, el levantarse facilita la coronación y el paso del bebé por la última parte del canal vaginal. Esta oleada de adrenalina, que coexiste con el flujo de oxitocina, es la responsable de que mamá y bebé estén alerta durante este tiempo. Puede que la madre se sienta abrumada mientras se traspasa de una dimensión a otra, pero nunca perderá el rastro de lo que tiene que hacer. Simplemente, parirá a su bebé. Mientras se arrodilla, puede que su pareja esté frente a ella, preparado para recibir a su hijo/a. Quizá otro par de manos, los del cuidador, también estén listas para ayudar, o puede que no. Normalmente, la ayuda no es necesaria. La madre no está fuera de control, el parto no es caótico, no hay histeria ni confusión. El parto es accesible y la mujer hace lo que es natural.

Es totalmente cierto que la mujer no necesita que nadie cache a su bebé. Pero puede ser que deseen otro par de manos cerca, o que alguien reciba al bebé, pero no es que lo NECESITEN particularmente. El mito de que hay que checar el cordón o realizar una tracción para liberar al bebé no es cierto. Los cordones se resuelven solos… de hecho, un tercio de los bebés que he visto nacer venían con el cordón enredado en el cuello y por lo general nadie tuvo que hacer nada. Maniobrar para sacar la cabeza no es necesario y más bien, puede causar un problema o un retraso.



IX: "El regreso".

Posparto inmediato.

El bebé se desliza a un nuevo mundo. Ha ocurrido una transformación. Tanto mamá como bebé viven un periodo de reintegración y reorganización. Esta etapa suele durar entre 5 y 10 minutos, y es parecida a la Quietud en su silencio y tranquilidad. Mamá y bebé se están estabilizando -reorganizando su estructura molecular- y sin hacer nada aparente por unos momentos. El bebé está pasando de la circulación fetal a la neonatal, empezando a respirar, a oler el ambiente, a sentir el aire por primera vez, a escuchar, observar, a tener sus primeras experiencias e impresionen sobre este planeta. La madre está viendo el mundo a través de unos ojos nuevos. Normalmente se sentará tranquilamente durante unos momentos, permitiéndose volver. Después se estira para tocar a su bebé. Por lo común, la pareja se sienta cerca, observando, sobrecogido, con lágrimas.

Este es el momento para el vínculo terrenal. La oxitocina, la hormona del amor, incrementa… alcanza sus niveles más altos, mayores que en ningún otro momento, y la familia se enamora entre ella. La madre reconoce a su hijo/a, el padre reclama a su familia. El vínculo ocurre primero a nivel psíquico y espiritual, después la mamá alcanza y levanta a su bebé. Las mujeres me han enseñado que no es apropiado intervenir en esta fase tan importante. Es un momento muy fuerte y sagrado, y si de verdad entendemos el parto y lo que implica regresar de un estado alterado… lo que significa la reintegración…entonces protegeremos la privacidad de la madre y el bebé en este momento como en ningún otro. He visto que a veces las mujeres no están listas para tocar a su bebés inmediatamente después del nacimiento. Necesitan un minuto, o dos, o cinco. Necesitan vivir a su bebé de una manera auténtica e instintiva. No necesitamos pasarle el bebé a la mujer y por favor nunca alejen al bebé del campo de la madre.



X. "Conocerse, comunión y completar". 

Conocerse.

Para este punto la madre ha tomado en brazos a su bebé y están empezando a conocerse. La madre y el padre están maravillados, del bebé, entre ellos, de los increíbles reinos por los que han viajado. Con asombro y reverencia se acercan a su bebé. Al principio puede que lloren y se queden sin palabras, aún envueltos en el capullo de la tormenta. Esto pronto da paso a expresiones de deleite, palabras y caricias al bebe, y entre ellos. En los periodos de regreso y de conocerse las distracciones deben mantenerse mínimas, respetando el vínculo inicial entre padres y bebé. Estetoscopios, cámaras con flash, voces y manos ajenas a las de los padres, pueden perturbar y ser inapropiados en estos primeros minutos vitales, sobre todo si los padres quieren honrar lo sagrado del proceso de vinculación.

Cuando esta fase llega a su fin (normalmente después de 10 minutos) y mamá y papá han podido explorar a su nuevo hijo/a, puede que la mujer sienta la placenta bajando y sienta que está lista para sacarla. Si es así, puede pedir un cuenco y puede querer que la cuidadora se acerque. Sin embargo, la mayoría de mujeres con las que he trabajo no desean expulsar la placenta hasta la siguiente etapa. Desde el Tao… “la partera hace su trabajo haciendo nada”. De cerca, sin interrumpir o estar dentro del campo de la madre, la partera puede revisar al recién nacido, revisar la separación de la placenta y el sangrado de la madre, checar y satisfacer las necesidades de los presentes en el cuarto, estabilizar el ambiente y ser testigo silencioso de estos primeros minutos y etapas después del parto.

Comunión.

Es el momento en el que los padres deciden compartir a su nuevo bebé con las demás personas del cuarto. Otros hijos, abuelos, amigos, los cuidadores… son invitados a acercarse y dar la bienvenida al recién nacido. Con esta invitación, el cuidador puede moverse al espacio de la madre y la familia. Mamá y bebé están alerta y receptivos. El padre está procesando la experiencia y cuidando de su familia. El bebé puede mostrarse interesando en lactar. Se ofrecen felicitaciones y empieza una celebración silenciosa. El regreso, conocerse, y la comunión duran en total entre 20 y 30 minutos, y comprenden el posparto inmediato. Aunque son cortas en duración, son fases muy diferentes del
parto, cada cual con una importante y única experiencia que impacta en el bienestar del desarrollo de la familia.

Completar.
Posparto inmediato, Salida de la placenta.

Alrededor de 30 minutos después del parto, la madre desviará su atención hacia la placenta. Para entonces, la placenta está fuera del útero y reposando en su yoni. Sale fácilmente, sin mayor apuro ni preocupación. La partera puede detener el cuenco y ayudar a la madre a posicionarse para liberar la placenta.

La madre ha tenido su momento de vinculación y se ha comunicado con sus seres queridos, así que ahora se asienta para empezar a amamantar y para recuperar sus fuerzas bebiendo y comiendo algo. La familia está estable y segura. Quizá la partera ya haya terminado el gorrito que tejía para el bebé y quiera ofrecérselo a los padres antes de retirarse. Los bebés suelen estar alertas la primera hora después del parto. Después, generalmente, caen dormidos, una vez que lactaron y se enamoraron. La madre ha sacado la placenta, ha comido algo y ha visto a sus seres queridos. Este es el momento (aproximadamente una hora después del parto), mientras el bebé duerme, en el que la cuidadora vuelve a escena para revisar a la mujer y su sangrado. La mujer quizá quiera bañarse y limpiarse. El cuarto está ordenado, las llamadas han sido hechas. Puede que la mujer pida más comida y quiera hablar, puede que prefiera descansar. En el siguiente rato, mientras terminan de bajar las alas, mamá y papá se acurrucan juntos y se preparan para envolver a su bebé, y envolverse mutuamente, en el sueño. La partera lo envuelve todo mientras escribe sus notas o cierra los ojos, en una vigilia silenciosa.




XI. "Tejiendo la historia".

Posparto.

Durante los días y semanas siguientes el vórtice sigue abierto. Mamatoto… mamábebé.. están estableciendo su relación y su ritmo. Todavía se aprecia el estado alterado, pero comienza a cerrarse. Que tan rápido se cierra depende de que tan rápido la mujer regresa a su realidad ordinaria. Durante este tiempo, la familia y los proveedores recapitulan los eventos del parto. Es un momento crucial para observar y articular el viaje entre todos.

La madre tiene la oportunidad de volver a ver su estado alterado junto a sus acompañantes y así formular su sabiduría. La pareja está incorporada en la experiencia y los padres, juntos, comparten sus impresiones. El tejido se extiende para siempre. Las familias y los proveedores crean un vínculo especial, y mientras el tiempo pasa y los niños crecen, la sabiduría del parto continúa revelándose y sigue siendo comprendida. Estar presente con la familia en el posparto es tan importante como estar en el parto y en el embarazo. Además, es el tiempo en donde los padres me hacen saber lo que les funcionó y lo que no. Es el tiempo de apertura y comunicación honesta, donde los padres me enseñan cómo ser mejor partera para ellos. Entre más acompaño a mujeres y familias durante el parto, más se revela. Cuando renuncio a mis ideas preconcebidas sobre el parto, y observo lo que realmente está pasando, las mujeres se sienten libres y seguras para compartir nuevos paradigmas conmigo. Y me doy cuenta de que esta explicación no representa el eje centra del parto hoy en día, es mi experiencia y la experiencia de muchas mujeres que he atendido.
Como una constante estudiante del parto, siempre les agradezco. 



Leído en: Facebook "Antropología del nacimiento".  

Publicado por: Placentera.com   http://www.placentera.com/6/archives/10-2013/1.html 

miércoles, 5 de febrero de 2014

Las Etapas Holísticas del Nacimiento, por Whapio Diane Bartlett.

Las Etapas Holísticas del Nacimiento, por: Whapio Diane Bartlett.
Parte I a VI. 


I. "Embarcación”.

Prelabor y trabajo de parto latente. 
El trabajo de parto es un viaje. La preparación, a menudo, ha sido compleja, consciente e incontenible. Normalmente hay un ritual importante de preparación antes del evento en sí: lo llamamos anidar, la madre se mueve en una última ráfaga de actividad, encargándose de los últimos detalles: la ropa está lavada, el refrigerador está lleno, la casa está en su lugar… todo está en orden.

Anidar es parte de embarcarse. La madre siente que el parto está cerca. Quizá algunas contracciones y la pérdida de un poco de tapón mucoso den una pista de que el viaje está a punto de empezar. 

Y así es que empieza. La embarcación es también el momento en que la mujer se da cuenta que el trabajo de parto está realmente aquí. La madre está emocionada, puede que un poco nerviosa, y ocupada en asegurarse que sus seres queridos estarán bien cuidados mientras ella se va. Mientras el viaje se emprende, puede que la mujer llame a sus familiares para despedirse o, dependiendo de sus costumbres y sus maneras, puede que se aleje silenciosamente en compañía de su pareja y sus acompañantes. Normalmente, en estos momentos, avisa a los cuidadores que ha elegido. Si va a parir en casa, avisa a la partera, que puede llegar o no llegar inmediatamente, dependiendo de la preferencia de la madre. Si planea parir en un hospital o un centro de partos, puede avisar a sus cuidadores y permanecer en casa hasta que ocurra un cambio. A menudo, las mamás desean pasar un tiempo aclimatándose a la sensación de su cuerpo antes de conectarse con sus cuidadores. La mayoría de las mujeres están conscientes de que el parto está aún en sus etapas tempranas ,están emocionadas y manejando muy bien esta energía.

Durante este tiempo la madre siente a menudo ganas de hablar y compartir sus impresiones, mientras sus sensaciones la alejan de la realidad ordinaria. Puede que quiera conversar y que comparta información acerca cada sensación. Normalmente se mantiene centrada mientras está siendo estirada y moldeada; sus sensaciones se vuelven más fuertes, más intensas, poderosas. La mayoría de las mamas experimentan esto en grados variables de dolor. Las olas de las expansiones se repiten, incrementando la intensidad y la frecuencia y la mujer es llevada hacia lo desconocido. En el lenguaje moderno este tiempo sería considerado como podromos y la fase latente de la primera etapa del trabajo de parto. Físicamente, el cérvix ha empezado a borrarse y dilatarse y esta etapa dura hasta que la madre alcanza entre 4 y 5 cm. de dilatación. Las contracciones suelen durar entre 30 y 45 segundos, cada 5 o 10 minutos. Mientras la mujer se acerca al abismo que la separa de su realidad ordinaria, las expansiones aumentan en intensidad y se vuelven coordinadas y rítmicas. Se hace evidente que la mujer está siento llamada, está menos presente en la realidad cotidiana con cada expansión. Sus ganas de conversar desaparecen, y es remplazada con una continua seriedad. Cuando la mujer se siente a sí misma jalada hacia el Velo, probablemente quiera contactarse con sus cuidadores. Puede necesitar la presencia de su partera o su médico porque se da cuenta que está dejando la realidad cotidiana, dando un paso definitivo hacia lo desconocido, y desea que sus cuidadores estén listos y alertas para presenciarlo. "



II. "Entrando en el velo".

Primera etapa, parto activo.
La madre llega a un punto en su viaje en el que es tiempo de que siga adelante sola. Las endorfinas liberadas por su cuerpo durante la embarcación han empezado a cambiar su estado de conciencia y la mujer entra, más profundo, en un mundo de realidad alterada. Viaja hasta la orilla de su realidad normal, cruza el velo y va más allá. El Velo es el nombre que doy a la cortina que separa la realidad ordinaria del estado alterado profundo. Los patrones de ondas cerebrales cambiaron de Beta (la realidad ordinaria) a Alfa (la orilla del subconsciente) en la fase de embarcación. Ahora, en la siguiente etapa del trabajo de parto, las ondas cerebrales se vuelven aún más lentas y la madre entra profundamente en Theta (el subconsciente). La soledad refleja el hecho de que la mujer se ha movido a un lugar de autodirección que parece surgir de un lugar muy centrado y a la vez alterado dentro de ella. El velo es la etapa del trabajo de parto que anuncia el cambio hacia este nuevo lugar. Esto no significa que la mujer quiera estar sola y el resto de la gente sea irrelevante. Más bien, señala el cambio hacia este mundo de mayor autodirección.

La madre puede acercarse al velo en varias ocasiones antes de decidir seguir adelante. Hay circunstancias que también pueden impedir que avance a través de él: cuestionamientos constantes, sobre todo acerca de asuntos mundanos, e interrupciones hacia el ritmo de la madre sirven para traerla de vuelta a la realidad ordinaria. 

Durante el velo, la mujer ya no siente ganas de hablar ni conversar y con frecuencia la experiencia de algo más serio y profundo se presenta por sí sola. La mujer empieza el proceso de separación, y a pesar de que sigue consciente de los detalles específicos que ocurren en el cuarto, deja de interesarse en ellos.

Hay también un olor palpable en el aire o un cambio de color sutil, pero perceptible en el cuarto, que marca la presencia de la madre en el velo. Muchos cuidadores y acompañantes del parto pueden calcular el avance del parto por estas señales, haciendo que los exámenes vaginales a esta altura sean redundantes. Yo he experimentado cambios de color y he descubierto que son muy confiables y de gran ayuda para mí mientras soy testigo del trayecto de la madre. 

En términos convencionales, la madre alcanza los 4-5 cm. de dilatación y el carácter del trabajo de parto cambia. Las expansiones comienzan a durar hasta 60 segundos, cada 5 minutos. En el estado beta, la mujer empieza a actuar más “fuera de sí” y a estar menos concentrada en sus cuidadores.



III. "Entre los mundos".


Primera etapa, parto activo. 

Durante este tiempo la madre desea privacidad, silencio, calor y la intimidad de la oscuridad. Mira a su Guardián para asegurarse de que está segura y de que nadie va a alterar lo sagrado de su travesía distrayéndola o poniendo expectativas en ella. Pero lo más importante es que la mujer mira a su pareja para ver si él* está ahí, con ella. Se conecta con él para traerlo hacia el vórtice y entonces juntos comienzan a hablar un lenguaje silencioso, mientras las sensaciones entre ellos se vuelven más intensas y poderosas. Nadie debe interrumpirlos, pues están entre dos mundos. Entran en sintonía con el ritmo de este proceso y quizá con el espíritu y alma de su hijo. Pueden llegar a tener visiones, ver colores, escuchar la voz de su hijo. Cualquiera que sea su experiencia, es única y relevante para ellos como pareja, padres y familia. 

Este lugar entre los mundos es el estado de trance donde se da la oportunidad de acceder a un estado místico de transformación. Descubrimientos profundos pueden ocurrir, nuevas verdades pueden hacerse evidentes. Esta realidad no ordinaria puede traer nueva información y nuevas perspectivas que cambiarán para siempre la conciencia individual y de la familia. La madre ya no está en Beta, ha pasado Alfa, y se encuentra moviéndose hacia el estado de conciencia más profundo: Theta y Delta (más allá del subconsciente y hacia el inconsciente). Es muy importante, no interferir con la pareja y su trabajo, y rara vez es necesario. 

La madre se pone en pie, moviéndose con su parto, moviéndose con sus expansiones, las cuales se vuelven más largas e intensas –de 60-75 segundos hasta casi 90- La dilatación pasa de los 5 a los 8-9 cm. Ahora sí, el trabajo de parto se considera duro y normalmente doloroso… o al menos, fuerte e intenso. La mujer tiene estrategias para sobrellevarlo. No está perdida. Tiene lo que necesita para encontrar su camino. No suele necesitar palabras… sólo el aliento de sus acompañantes, quienes le brindad privacidad y seguridad, aunque algunas veces suaves murmuros de afirmación y respeto ayudan a la mujer a entender que tú estás ahí por si te necesita. A veces tararear o cantar suavemente, desde otro cuarto, puede darle a la mujer el consuelo que necesita. La madre puede desear sentir el tacto de sus acompañantes, tener contacto visual, los poderes sanadores del agua… o nada de eso. He aprendido a no hacer suposiciones, ahora sigo a la madre y su proceso. El arte de la partería es inherente en poder darle a la mujer lo que necesita, ya sea que desee compañía o soledad, contacto visual o alguien en el cuarto de al lado. El arte está en poder ser capaz de individualizar tu presencia hacia las preferencias de cada mujer. Yo normalmente me coloco en una esquina, observando silenciosamente, sin entrometerme en la privacidad de la pareja. La verdad es que ¿qué podría salir mal si la proveedora está tejiendo en la esquina? 

La mujer escala más alto, a la vez que se sumerge más profundo.



IV. "La llamada". 

Final de la primera etapa-Transición. 

La madre se hace consciente de que se está acercando a la cima. Está profundamente metida dentro de un torbellino, más allá de todo lo que ha conocido. Ha estado continuamente abriéndose a la sabiduría, abriéndose a la revelación… y ahora se encuentra cara a cara con la cúspide de su parto. Esto es por lo que ha venido: se acerca a ese nuevo espíritu, a esa nueva persona que es su hijo/a y el hijo/a de su pareja, y trae esa alma hacia la Tierra. . La madre escucha la llamada, y a la vez llama ella a su hijo, y juntos hacen el viaje de regreso. Puede ser el momento más difícil e inestable, pero también es el que menos dura. La mujer necesita concentrar todas sus reservas y necesita saber que su pareja está totalmente presente y la apoya. Asume que su cuidadora le está siguiendo el ritmo y manteniendo todo firme al otro lado de la tormenta. La mujer es más fuerte y valiente que nunca en la vida. 

La transición se considera la etapa más intensa para la madre. Las expansiones son largas y duras, alcanzan hasta 90 segundos o más y vienen entre cada 1 y 3 minutos. La mujer alcanza la dilatación completa, los 10 cm. Esto es lo más abierta que una mujer puede estar. Puede que, por un instante, durante esta apertura total, la madre no sepa qué hacer ni qué decir. O puede ser que diga que ya no puede más, o que quiere irse a casa. Puede tener las pupilas dilatadas y buscar la presencia de sus acompañantes. Puede ser que pida ayuda, pero algo de lo que me he dado cuenta, es de que no se trata de una auténtica necesidad de que alguien haga algo, más bien es la manera de pedir ser presenciada en esta fase tan dura. Hay veces que la presencia de otra persona, especialmente alguien que la mujer quiera y en quien confíe, puede restaurar la calma. Y otras veces la presencia de alguien más hará a la mujer sentirse segura para entonces poder gritar hasta el fin del universo. Su tormenta personal la puede llevar lejos de la realidad ordinaria. La mujer se convertirá en la tormenta, se volverá salvaje y muy poderosa. Puede que los acompañantes y la pareja se impresionen, o incluso se intimiden. Pero la mujer encontrará su manera, sin importar cuánto le lleve. 

Es importante recordar que el parto no es de un modo en particular. Algunas mamás están tranquilas, algunas se vuelven salvajes. Algunos partos están llenos de dolor, otros son soportables, algunos hasta son orgásmicos. No pretendo decir que cierto tipo de parto es mejor o es más consciente que otro. Lo que quiero decir es que cuando la mujer está dentro de su poder auténtico, sin importar cómo se manifieste eso, su parto es normal, natural y perfecto para ella. También quiero decir que cuando una mujer tiene grabadas ciertas costumbres, ya sea por su cultura o por ideas que ha tomado de sus proveedores , o cuando se le impide acceder a su sabiduría instintiva, su experiencia puede ser insoportable, agonizante, fuera de control, humillante y vergonzosa. 

En este momento, la mujer debe de encontrar su propia manera. Necesita escuchar la llamada en su propio lenguaje y en sus propios términos. Cuando lo hace, el viaje de regreso puede empezar. Cualquier distracción en este momento puede ser confusa y hasta peligrosa, aunque he observado a mujeres ser flexibles y poderosas y elevarse por encima del peligro y de las distracciones con una regularidad increíble. Durante este momento de apertura, las mujeres encuentran su manera, se encuentran a sí mismas, encuentran su poder y su voluntad y entran en comunión con fuerzas más grandes de lo que jamás habían experimentado. 

Una vez más, el arte consiste en observar sin molestar el proceso.



V. "La quietud". 


Fase de descanso.

Es el momento de gran calma y paz que ocurre justo después de la transición. Todo se vuelve tranquilo y silencioso y la mujer sabe que YA pasó. Sabe que ha encontrado lo que estaba buscando… su lugar de tranquilidad en medio de la tormenta y el acceso al alma de su hijo/a. Tanto la madre como el bebé están en calma y serenos, navegando hacia la orilla de su casa. La mujer puede que desee descansar en los brazos de su pareja o crear un lugar para recuperar su energía. No ha terminado con su viaje, deberá manejar olas grandes que la esperan delante, pero ahora mismo se encuentra en paz. 

Este es uno de los momentos más importantes del trabajo de parto. 

Durante muchos años no se reconocía esta etapa del parto en nuestra cultura. Una vez que la madre alcanza la dilatación completa, normalmente es motivada para pujar fuera a su bebé. Pero en el paradigma holístico, esta etapa, que dura entre 20 y 30 minutos (aunque puede ser que sólo dure 5 minutos o se extienda durante horas), es el tiempo para que la madre recupere y recolecte su energía para el momento del nacimiento. El trabajo de parto parece detenerse, las contracciones se detienen del todo o se espacian y desaceleran, y la mujer puede quedarse dormida o quedar en una estado de quietud, en un trance meditativo. Todos esperan en el silencio hasta que resurgen las contracciones.

La quietud es mucho más que descansar y reagrupar. Cuando has escalado la montaña más alta y finalmente llegas a la cima ¿qué haces, correr luego luego de regreso? ¡Por supuesto que no! ¿Simplemente descansas para el viaje de regreso? ¡Pues no! Abres los ojos y observas. Verás que has llegado hasta este lugar para poder ver tu visión. Hasta puede ser que tengas un momento sagrado, separado de todos los otros momentos de tu vida. Puedes recibir. 

Esta puede ser la cumbre del estado alterado. Las ondas cerebrales cambian a Delta, el patrón más lento y profundo que tenemos, que nos permite el acceso al mundo de conocimiento profundo, grandes entendimiento y máximas experiencias. Este el reino de la transformación.

De ser el caso, la mujer recibe y entiende conocimientos relacionados con el nuevo ser que está pariendo. Recibe sabiduría, a la que es fácil acceder en esta altitud y en este momento de realidad alterada. Luego nos lamentamos que no se nos entrega un manual para criar a nuestros hijos, pero esto no es cierto. En este momento podemos tener acceso a información esencial sobre nuestro hijo… un manual. Este es un momento clave del viaje y la mujer desea ser respetada y alcanzar la soledad para vivir esta fase de su parto.

Esta etapa es diferente en cada parto y para cada mujer, pero en los partos donde la mujer no necesita responder a ninguna expectativa o no tiene una programación específica de cómo debería desenvolverse el trabajo de parto, he visto que este intervalo dura entre 20 y 30 minutos. Al final de este periodo, las contracciones empiezan de nuevo y la mujer es despertada al estado consciente. Ya está lista para bajar la montaña, llevando información muy preciada. Se encamina al borde la marea venidera.



VI. "La marea". 


Primera fase de segunda etapa.

La madre pone los pies en la tierra de nuevo. Sin embargo, el regreso de las contracciones no significa que la mujer esté lista para empezar a pujar al bebé. Durante la etapa de la marea la madre está presente, asombrada, y consciente de que su cuerpo está empezando a bajar al bebé por el canal vaginal. Siente al bebé moviéndose, siente un acelere dentro de ella y un estado de alerta que le permite moverse detrás y al frente a través del inconsciente, subconsciente y la realidad ordinaria. Sabe que algo es diferente, sabe que el parto es inminente, pero no está apurada. Está bajando de la montaña con paso tranquilo… revitalizada, reflectiva, recordando lo que ha visto.

Las contracciones pueden volverse más fuertes e intensas, y el útero hace algo muy distinto a lo que hacía cuando estaba escalando a la cima. El cérvix está completamente abierto y las contracciones comienzan a mover al bebé a través del canal vaginal y hacia el periné. Puede ser que la madre tenga pequeñas ganas de pujar en las contracciones, pero en la mayoría no lo hará, sólo dejará que las contracciones deslicen al bebé por sí mismas. Sentirá mucha presión y quizá tenga intención de pujar, pero la urgencia incontrolable de empujar al bebé no está presente todavía. En su sabiduría, la mujer entiende que no necesita pujar fuerte todavía. Necesita esperar a que el bebé esté ahí. La madre está concentrada, receptiva, viva y alerta. Todavía está entre los mundos, pero es una mujer nueva. Viva y activa, la madre les dice a todos: “háganse para atrás. Estoy a punto de tener un bebé”. Encuentra su propia posición, su propio ritmo. Su mirada está situada en la orilla, está volviendo, cargando un gran regalo. 

Las mujeres suelen sentir bien el momento de la marea. Sin importar lo cansado o exhaustivo que haya sido el viaje, la madre experimenta un segundo aire, una nueva descarga de energía y emoción. Ahora el parto se vuelve un evento más activo- el estado receptivo de entre los mundos da paso al estado activo de la marea. La mayoría de las mamás se cubren con un intenso poder. La sensaciones se consideran fuertes y poderosas, más que dolorosas. Una mujer que está alerta, de pie y bajo su propia autoridad sabrá instintivamente qué hacer. Encontrará el lugar, la posición y el ritmo apropiados para el trabajo que está haciendo. Sabrá, totalmente, cómo parir a su bebé. Las mamás suelen vocalizar durante el trabajo de parto. En las fases tempranas (embarcación) platican y están receptivas al ambiente. Cuando el parto avanza y la mujer alcanza el velo (parto activo, 5 cm) se vuelve callada y responde a su ambiente interior. Su vocalización puede cambiar a suspiros, sonidos guturales, de ooommmm o de aaahhhh. Cuando la mujer se mueve a entre los mundos estos sonidos aumentan en profundidad (no en exceso, ni se vuelven insoportables) y en su intensidad. La mujer quizá empiece a mecerse, balancearse y gemir, y entregarse totalmente a la experiencia poderosa que está viviendo. Durante la llamada puede que invoque en voz alta al Universo, a su pareja, o al alma de su hijo/a, normalmente de modo grave y permaneciendo centrada, pero de vez en cuando extendiéndose para compartir la intensidad del viaje con sus acompañantes. Hay veces que la mujer pide consuelo en estos momentos. Hay otras en que se sumerge más profundamente en sus propios reinos. Durante la Quietud el silencio prevalece. Luego, cuanto la madre empieza a navegar por las grandes olas, sus sonidos cambian. Siguen siendo profundos y fuertes, pero los sonidos que surgen de la mujer pariendo son los sonidos de apertura, hay un canal que se está limpiando y todo se quita del medio. 

Es importante saber que hay mujeres que pasan directamente de la Quietud a la siguiente etapa: Las Olas Grandes. He visto en algunos partos, sobre todo de mujeres que están teniendo a su segundo o tercer bebé, que despiertan de la quietud ya con el bebé en el periné y listas para empezar a pujar.

Continúa...


Leído en: Facebook "Antropología del nacimiento".  
Publicado por: Placentera.com   http://www.placentera.com/6/archives/10-2013/1.html 



miércoles, 18 de diciembre de 2013

Una nueva mirada sobre la navidad. Michel Odent.

Cuando asistí al curso Paramanadoula 2011 en Buenos Aires, quedé sorprendida con los simples, pero extraordinarios relatos de Michel Odent y Liliana Lammers, sobre los partos que habían asistido, acompañado, observado…o simplemente esperado. Estos dos seres humanos comprendieron a la perfección, la importancia de la intimidad en el parto, comprendiendo a éste como parte de la sexualidad de la pareja. Nos hablaron de la importancia de proteger a la mujer de cualquier estímulo externo que pueda perturbarla y entorpecer el trabajo de parto.

Es por esto que “Una nueva mirada sobre la Navidad” es un relato importante de revisar, especialmente en estas fechas, ya que el parto de María en un pesebre, tiene un simbolismo muy potente, sobre el cual deberíamos reflexionar. Michel Odent nos habla de María y su parto mamífero, instintivo, sencillo, pero lleno de amor y poder. Jesús, el maestro nació en un ambiente humilde, rodeado de animales y lleno de oxitocina, la hormona del amor.

“Una nueva mirada sobre la navidad”

Un recién nacido entre un asno y un buey: muchos comparten hoy esta imagen simplificada de la Navidad. Mi propia imagen de la Navidad está inspirada en lo que aprendí de las mujeres que traían a su bebé al mundo en la más completa intimidad, sin sentirse guiadas u observadas. Está también inspirada en el Evangilium Jacobi Minoris, es decir, el protoevangelio de Jacques le Mineur (1). Este evangelio fue salvado del olvido, a mediados del siglo XIX, por el místico austríaco Jacob Lorber, autor de La infancia de Jesús (2). Según estos textos, José partió a la búsqueda de una partera. Cuando regresó, Jesús ya había nacido. Cuando la deslumbrante luz se atenuó, la partera se encontró ante una escena increíble; ¡Jesús ya había encontrado el pecho de su madre! La comadrona exclamó entonces: “¿Quién ha visto jamás un niño que apenas nacido tome el pecho de su madre?” Es el signo evidente de que este niño, al convertirse en Hombre, un día juzgaría según el Amor y no según la Ley.

El día que Jesús estuvo listo para llegar al mundo, María recibió un mensaje -un mensaje de humildad. Se encontraba en un establo, entre otros mamíferos. Sin decir palabra alguna, sus compañeros la ayudaron a comprender que en esa circunstancia debería aceptar su condición de mamífero. Debería sobrellevar su handicap de ser humano y quitarse de encima la efervescencia de su intelecto. Debería segregar las mismas hormonas que los otros mamíferos cuando dan a luz a sus bebés, haciendo actuar la parte la parte primitiva del cerebro que todos tenemos en común. La situación era ideal para que María se sintiera segura. El “trabajo” pudo establecerse en las mejores condiciones posibles. Habiendo percibido el mensaje de humildad y aceptado su condición de mamífera, María se reencontró en cuatro patas. En tal postura, y en la oscuridad de la noche, se desconectó fácilmente del mundo.
 
Poco después de su nacimiento, Jesús se encontró en los brazos de una madre extática, tan instintiva como puede serlo una madre mamífera que viene de parir. En una atmósfera verdaderamente sagrada, Jesús fue recibido y pudo, fácil y progresivamente, eliminar las hormonas de estrés que necesitó segregar para nacer. El cuerpo de María estaba muy caliente. El establo mismo estaba cálido gracias a la presencia de los otros mamíferos. Instintivamente, María cubrió el cuerpo de su bebé con una ropa que tenía cerca de su mano. Estaba fascinada por los ojos de su bebé y nada hubiera podido distraerla del intenso intercambio de miradas que se establecía. Este intercambio de miradas le permitió alcanzar otro pico de oxitocina, lo cual provocó una nueva serie de contracciones uterinas que enviaron hacia el bebé un poco de la sangre preciosa acumulada en la placenta. Pronto, la placenta fue liberada. Madre e hijo se sentían seguros. Al principio María, guiada por la parte del cerebro que compartimos con todos los mamíferos, estaba de rodillas. Luego de la liberación de la placenta, se puso de costado, con el bebé cerca de su corazón. En seguida, Jesús comenzó a mover la cabeza, a veces hacia la derecha, otras a la izquierda y, finalmente, a abrir la boca en forma de O. Guiado por su sentido del olfato, se acercaba cada vez más al pezón. María, que aún se encontraba dentro de un equilibrio hormonal particular, y por ello muy instintiva, sabía perfectamente cómo sostener a su bebé e hizo los movimientos necesarios para ayudarlo a encontrar el pecho. Fue así como Jesús y María transgredieron las reglas establecidas por los neocórtex de la comunidad humana. Jesús –un rebelde pacífico desafiando toda convención- había sido iniciado por su madre. Jesús mamó vigorosamente durante un largo rato. Con el sostén de su madre, salió victorioso de uno de los episodios más críticos de su vida. En breves instantes se había adaptado a la atmósfera y había comenzado a utilizar sus pulmones, se adaptó a las fuerzas de la gravedad y a las diferencias de temperatura. ¡Jesús es un héroe!

No había reloj en el establo. María no necesitaba saber cuánto tiempo Jesús había tomado de su pecho antes de dormirse. La noche siguiente María durmió un sueño ligero. Estaba vigilante, protectora y preocupada de satisfacer las necesidades de la más preciosa de las criaturas terrestres. Los días siguientes, María aprendió a sentir cuándo su bebé tenía necesidad de ser mecido. Había tal acuerdo entre ellos, que ella sabía perfectamente adaptar el ritmo del balanceo a la demanda del bebé. Siempre meciéndolo, María se puso a canturrear unas melodías a las que agregó algunas palabras. Como millones de otras madres antes que ella, María descubrió así las canciones de cuna. Jesús comenzó a aprender lo que es el movimiento y el espacio. Aprendió también lo que es el ritmo y, entonces, comenzó a adquirir la noción de tiempo. Entró progresivamente en la realidad espacio-temporal. Luego María empezó introdujo cada vez más palabras al tararear sus canciones de cuna. Entonces Jesús Absorbió su lengua materna.

Referencias

(1) Proto-Evangile de Jacques 19.2 Citado en: JesúsJean Paul Roux. Fayard, París 1989, p100.

(2) Jacob Lorber. L´enfance de Jesús ou l´évangile de Jacques. Capítulo 16 Editions Helios, Ginebra 1983. Título original: Die Jugend Jesu, Stuggart 1852.


Michel Odent. 2005. La Cientificación del Amor. El Amor y la Ciencia.  Capítulo 19 páginas, 121-122. Editorial Creavida. Buenos Aires. 

Escrito por Carla Ramírez Reyes, egresada de Antropología Social, de la Universidad de Chile, terapeuta integral y creadora de "Junto A la Mujer".

domingo, 15 de diciembre de 2013

El difícil oficio de no hacer nada.


Cuando hace 4 años y medio decidí tener mi primer parto en casa y tuve la osadía de comentarlo sin tapujos ante mi familia y amigos, hube de soportar diversas miradas y comentarios. Es cierto que tenía la opción de no decir nada (conozco mucha gente que lo hace, demasiada presión pasamos muchas mujeres en nuestro embarazo como para encima ponernos esa presión “popular” encima), y yo lo entiendo, pero también es cierto que me gusta reivindicar y visibilizar mis actos “revolucionarios”, como ahora en mi maternidad (que ya verás tú, lo revolucionario que resulta ser parir y criar como se ha venido haciendo durante casi toda la vida). Pero bueno, una es así, aunque ha aprendido a elegir sus batallas, en estas ocasiones luzco mi bandera partoactivista o lactivista.
Muchas personas que me quieren “bienintencionadamente” me intentaban convencer para no parir mi primera hija en casa, para esperarme “aunque se al segundo parto, mujer, que tú no sabes lo que es eso”. Yo, que estaba plenamente convencida de mi elección y siempre tuve el apoyo de mi pareja agradecía el consejo y negaba con la cabeza mientras pensaba: “Sí, claro, lo mejor es tener un primer parto en el hospital para jugar a la lotería de la matrona buena o la matrona chunga y si te toca la chunga que te corten, te insulten, te vejen y luego buscar un segundo parto de redención en casa para sanar mi herida emocional y física”. Os lo digo así, sin tapujos, porque es lo que pensaba. Y siento si a alguien le molesta, estoy siendo sincera con mis sentimientos en aquel momento.
Tras el éxito del parto en casa de una primeriza (cosa que llamó mucha la atención), lo siguiente que me preguntaron fue que qué hicieron mis matronas en mi parto. “Nada”, dije. Allí  ya se armó la grande. El parto en casa en España no está cubierto por la seguridad social y muchas personas no podían creer que yo hubiera pagado a alguien para que no hiciera “Nada”.
Pero es que eso es exactamente lo que tenían que hacer.
La ciencia y la naturaleza nos muestran cada vez más claramente la evidencia de que el proceso fisiológico de parto evoluciona mejor cuanto menos es molestado.
Es más, se ha intervenido en el parto bajo la excusa de que era necesario, cuando resulta ser al revés. Es decir, no es que pasen cosas y por eso se interviene, es que pasan más cosas cuanto más se interviene. Cada vez que se cambia un límite protocolario (se bajan los niveles de bradicardia fetal, se aumenta el tiempo permitido para expulsivo…) o se adecúan actitudes (estar expectante con estreptococo desconocido, hacer piel con piel tras cesáreas…) me convenzo más de esta afirmación que escuché a una matrona muy experimentada y muy querida por mí.
Mucha gente me dice también que fui afortunada tuve en mi parto en casa, que  yo tuve la “suerte” de que todo saliera bien. Yo agradezco cada día al universo por mis dos magníficos partos y  mis dos sanísimas hijas, pero a la vez estoy segura de que esta “suerte” es en parte producto del trabajo personal que llevo realizando durante toda mi vida (y que aún continúa y continuará) y de que precisamente mi parto fuera en casa y se tomaran como “normales” cosas que en un hospital podrían no serlo.
Así que agradezco por enésima vez a mis matronas por poner en práctica el dífícil oficio de no hacer nada y escuchar mis tiempos y los de mis bebés como las grandes profesionales y personas que son. Les pagaría infinitas veces por ello.
Porque no hacer nada es confiar en la fuerza del maravilloso milagro de la vida.
No hacer nada es permitir que este milagro, por si mismo, suceda.
Ojalá los partos estén cada vez menos determinados por las gráficas de unos monitores y más por la fuerza de las mujeres.
Leído en facebook: Pariendo un mundo mejor.
Publicado en: Del útero a tus brazos. 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Lactancia después de la cesárea. Olza y Lebrero.




A propósito de la visita de Ibone Olza al país, y del lanzamiento de la campaña INNEcesáreas por RELACAHUPAN Chile, quisiera dejarlos con un fragmento del libro ¿Nacer por cesárea? Cómo evitar  cesáreas innecesarias y vivir cesáreas respetuosas de Ibone Olza y Enrique Lebrero. 

También informar, que el año 2011 la tasa de cesárea del país fue de 48,1%: 38,1% en salud pública y 70,4% en salud privada (datos DEIS, MINSAL, 2012). Dentro de Chile, la tasa de cesárea ha ido en constante aumento: en el periodo 2000-2011 en el sector privado se pasó de una tasa de 60% a una de 70%, y en el sector público desde un 30,4% a un 38%. Ambas cifras son muy superiores a las recomendaciones que la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió en el año 1985, de un máximo de 15% de cesáreas en cualquier país del mundo y del 20% que se sugiere actualmente en algunas publicaciones (Farías M., Oyarzún E., 2012). Estas cifras son alarmantes y reflejan el excesivo intervencionismo y medicalización del parto en nuestro país, es por esto relevante generar conciencia del impacto de una cesárea innecesárea, educar y compartir información respecto a la atención del parto y nacimiento en nuestro país. Debemos recordar que podemos vivir una cesárea respetuosa y humanizada, depende de nosotros exigirla, en el caso de ser necesaria.  


Lactancia después de la cesárea. 

Con la lactancia materna sucede algo similar a lo que acontece con el parto: a pesar de ser un maravilloso sistema para nutrir al bebé y ofrecer  numerosas ventajas para la salud de la madre y del niño, su inicio y mantenimiento se ven seriamente amenazados por numerosos protocolos obsoletos y por consejos de supuestos expertos en la materia que no se basan en la evidencia científica. Aunque la mayoría de las embarazadas expresan su deseo de amamantar al bebé, el porcentaje de mujeres que consigue mantener una lactancia exclusiva los seis primeros, o combinada hasta los dos años de edad, tal y como aconseja la Organización Mundial de la Salus es mínimo, casi anecdótico. Y como sucede en el parto, se suele negar reiteradamente que la lactancia es una experiencia íntima y muy sensual que se establece entre dos personas, madre e hijo, y en la que los profesionales no deberían inmiscuirse salvo para facilitarla con la máxima humildad y respeto. Si a esto añadimos la desmesurada presión de la industria láctea por conseguir que las madres den el biberón a sus hijos a través de métodos cuestionables, resulta fácil entender que sean muchísimas las mujeres que abandonan la lactancia en los primeros días o semanas después del nacimiento, convencidas de que no tienen suficiente leche o de que su leche es de mala calidad. Muchas de ellas desconocen que, en realidad, su leche es perfecta y que para aumentar la producción bastaba con que en el hospital las hubieran animado a amamantar al bebé cada vez que lloraba, olvidándose del reloj, chupetes y biberones de suero glucosado; hubiera sido suficiente con que la madre compartiera la cama con el bebé y con que algún profesional se hubiera cerciorado de que su postura en el pecho era la correcta. En vez de eso, numerosas rutinas hospitalarias (retraso en la primera mamada, llevarse a los bebés al nido, darles biberones o chupetes, etc.) entorpecen el inicio de la lactancia. Prueba de ello es que todavía sean una minoría (menos de un 10 por ciento) los centros españoles que han logrado la acreditación de <Hospitales Amigos de los Niños> que otorga UNICEF a los sanatorios donde se ayuda a las madres a iniciar la lactancia. En algunos países nórdicos, por el contrario, el cien por cien de los hospitales poseen dicha acreditación.

En este contexto, resulta fácil comprender que amamantar después de una cesárea sea como poco una ardua tarea, y en la mayoría de los casos una verdadera carrera de obstáculos con un final temprano y triste: una vez más, la madre siente que su cuerpo le ha fallado en algo para lo que en teoría estamos preparadas todas las mujeres. Así, a la experiencia del parto frustrado se añade la pena por no haber podido amamantar o aún peor, sentirse culpable por no haber ofrecido a nuestros hijos <lo mejor: la leche materna>. Como comentaba María, madre de gemelos nacidos por cesárea en la semana treinta y cuatro del embarazo.

"Lo peor, al menos para mí, es que tanto las enfermeras de planta como las de neonatología insistían en que tenía que dar leche. Y a mí no me subía. Ni siquiera me enseñaron a usar el sacaleches eléctrico. Y la pediatra, dale que dale con <es lo único que puedes hacer por tus hijos>. Leche. Ni una gota fui capaz de darles. Los vi a las veintisiete horas de haber nacido. los toqué por primera vez cuando ya tenían tres días. Les vi los ojos a la semana de vida y los tomé en brazos a los doce días. Lo que una madre hace en los primeros segundos de vida de su hijo, a mí me llevó doce días. Bueno, diecinueve si tenemos en cuenta que, hasta entonces, no pude darles el biberón. Ahora, me planteo hasta qué punto fue necesaria mi operación…Quiero parir, quiero dar el pecho".

Es prácticamente imposible sacar adelante una lactancia en semejantes circunstancias. Por un lado, el hospital pone un obstáculo importante: se llevan a los recién nacidos a una sala aparte (neonatología) donde no se permite el acceso de la madre hasta pasadas ¡veintisiete horas! De la cesárea, sin dejar que ni siquiera los toque ni los coja en brazos… Por otra parte, le dicen a la madre que dé el pecho a sus bebés, pero sin ofrecerle más apoyo, con lo cual el resultado final es desalentador: fracaso en la lactancia, y una madre que encima se siente culpable.

Bibliografía: 

- Departamento de Estadísticas e Información de Salud, Ministerio de Salud. 2011. Indicadores básicos de Salud. Chile.
- Farías M, Oyarzún E. 2012. Cesárea electiva versus parto vaginal. Medwave Año XII, No.3.
- Olza Ibone, Lebrero Enrique. 2006. ¿Nacer por cesárea? Cómo evitar cesáreas innecesarias y vivir cesáreas respetuosas. pág 75. Grupo editorial norma. Bogotá, Colombia. 

Escrito por Carla Ramírez Reyes, egresada de antropología social de la Univesidad de Chile, creadora de Junto a la Mujer y terapeuta integral. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Mamás solas. Laura Gutman.



Somos muchísimas las madres en el mundo que criamos solas a nuestros hijos, es decir, sin convivir con nadie más que el niño. La mayoría de nosotras no deseó en principio esta situación, y la hemos asumido frecuentemente sin saber muy bien cómo nos arreglaríamos. Puede haber acontecido que hayamos quedado embarazadas de una relación ocasional y sin embargo hayamos sentido que por algún motivo misterioso, ese ser había sido engendrado y estábamos en condiciones de albergarlo, nutrirlo y llevar adelante el embarazo y el parto. Otras veces puede haber sucedido que el embarazo haya sido planeado dentro de la pareja pero el proyecto de seguir juntos no pudo perdurar, y por lo tanto hemos asumido continuar con el embarazo a pesar de la pérdida del hombre amado, el dolor o el desamparo. En muchas otras ocasiones, quizás las más frecuentes, se produce una separación o un divorcio con hijos ya nacidos. Puede suceder que el padre abandone definitivamente a la cría, por los motivos que sean, y las madres asumamos no sólo la crianza sino también la supervivencia de los hijos en términos económicos. La mayoría de las mujeres, aún en situaciones de riesgo, de falta de dinero, de inmadurez emocional o de soledad, permanecemos con nuestros hijos.

Para que abandonemos a los niños, la desesperación, el sentirnos al borde del abismo, la soledad extrema y el miedo tienen que inundar nuestras vidas. En cambio, si tenemos un mínimo registro de nuestras capacidades nutricias, si tenemos confianza en nosotras mismas, y sobre todo, si somos receptoras de apoyo y cobijo, permaneceremos con nuestros hijos aún en condiciones muy desfavorables.

La soledad es quizás el peor panorama para criar niños. Sin embargo, más allá de todas las dificultades reales y muy concretas, ser “mamá sola” posee algunas ventajas. La principal ventaja es que sabemos que estamos solas. Y los demás también lo saben. El hecho que la soledad sea palpable y visible, nos permite pedir ayuda al entorno con relativa sencillez. Esto que parece una obviedad, no lo es cuando vivimos en pareja. A veces el sentimiento de soledad es inmenso estando dentro de un matrimonio, pero en esos casos no es fácil reconocerlo y mucho menos que el entorno nos registre “solas” y necesitadas de recibir compañía y sostén.

Cuando criamos solas a los niños, y cuando además trabajamos porque somos las únicas generadoras de dinero, no tenemos más remedio que contar con los demás. Algunas mujeres recibimos apoyo de nuestras familias, donde el sostén se constituye naturalmente: pueden ser nuestras madres o nuestros padres que estén presentes, que ofrezcan ayuda económica, o incluso que en su función de abuelos cuiden directamente a los niños. A veces hay una hermana que actúa como soporte, un grupo de amigas solidarias, o una red laboral que equilibra la soledad y la resolución de problemas domésticos. Hay circunstancias donde estamos en condiciones de pagar ayuda doméstica o un canguro durante muchas horas del día. O existe una madrina del niño que se compromete una vez por semana a ocuparse de él. El jefe de la oficina se torna especialmente solidario porque sabe que somos “madre sola”. Nuestras amigas se organizan los fines de semana, nos invitan a reuniones y preparan los festejos de cumpleaños de nuestros niños. Lejos de ser una situación ideal, rescatemos el hecho de que la “soledad” es clara para todos, principalmente para nosotras. Y desde esa claridad, podemos actuar en consecuencia.

Casi todas las personas devenimos solidarias con una madre sola criando a sus hijos, porque todos podemos imaginar el enorme esfuerzo que conlleva y los obstáculos que en la vida cotidiana tiene que sortear la madre para cumplir con la diversidad de roles, y para que los niños estén bien cuidados y atendidos. Esa solidaridad colectiva, es posiblemente uno de los principales provechos. Y si ésa es nuestra realidad, vale la pena tomarla en cuenta.

Hay algunas otras ventajas menores: Cuando el bebe es pequeño, las madres podemos tener –si somos emocionalmente capaces- toda la disponibilidad afectiva para con el niño. Porque no habrá demanda por parte del varón de atención hacia él, ni de cuidados, ni de escucha, ni requerimientos domésticos. Es decir, si somos capaces de fundirnos en las demandas y necesidades del otro, será completamente en beneficio del niño pequeño en lugar de “dividirnos” entre los pedidos de unos y otros. Este tampoco es un tema menor, aunque no estemos acostumbradas a hablar abiertamente sobre las ambivalencias a la hora de atender a la pareja cuando reclama atención y cariño mientras el pequeño bebé espera su turno. Este “agotamiento” deseando satisfacer necesidades ajenas suele ser muy frecuente cuando estamos en pareja, y mucho más liviano cuando “sólo” nos ocupamos del bebé.

Otro hecho que se da mucho más naturalmente cuando estamos solas, es el dejarse fluir en el contacto corporal con el niño, especialmente por las noches. Cuando el cansancio nos agobia, cuando sólo queremos dormir y no tenemos más fuerzas, cuando el niño llora pidiendo contacto y caricias…pues no hay nadie para decirnos qué es lo correcto hacer o no hacer. No hay nadie para opinar a favor o en contra, nadie para dar consejos, nadie para ayudar pero tampoco nadie para interponerse. Simplemente nos tumbamos en la cama con el niño en brazos, tratando de dormir cuanto antes. Con el niño aferrado a nuestro cuerpo y sin molestar a nadie.

Parece una obviedad pero no lo es. La mayoría de las madres que vivimos en pareja y que quisiéramos intentar dormir por las noches trayendo a los niños a la cama, solemos encontrarnos con la negativa del varón, ya sea por prejuicio, por miedo, por incomodidad o por sentirse afuera del vínculo. En cambio, las mamás solas –en circunstancias similares- podemos decidir unilateralmente el mejor modo de atravesar las noches, que –todas lo sabemos- pueden constituir la parte más dura en la crianza de los niños pequeños.

Por supuesto que estar sola en la crianza y en la vida cotidiana, no es maravilloso ni mucho menos. Todos necesitamos compañía, interacción y diálogo. Y mucho más si estamos criando niños pequeños. Por lo tanto, si no tenemos pareja, nos veremos en la obligación de imaginar otros tipos de sostenes y ayudas, para que nuestra experiencia maternal sea lo más feliz posible y para que los niños reciban el amor y el cobijo que merecen.

Personalmente, creo que la mejor opción cuando no hay varón o no hay varón sostenedor, es la red de mujeres. Tengo la certeza de que hemos sido diseñados como especie de mamíferos para vivir en comunidad, y que a lo largo de la historia hemos constituido tribus o aldeas para compartir la vida. Hoy en día los grandes centros urbanos se han convertido en el peor sistema para criar niños, ya que las madres estamos cada vez más solas y aisladas, por lo tanto los niños tienen pocas personas a quienes recurrir en sus rituales cotidianos.

Necesitamos reinventar un esquema antiguo pero con parámetros modernos, siempre y cuando haya un conjunto de mujeres criando niños. No importa cuántas ya que una sola madre no logra criar a un niño. Pero cinco madres juntas pueden criar a cien niños. El secreto está en el conjunto, en la solidaridad, la compañía y el apoyo mutuo. Ninguna mujer debería pasar los días a solas con los niños en brazos. La maternidad es fácil cuando estamos acompañadas. No juzgadas ni criticadas ni aconsejadas. Simplemente junto a otras personas, en lo posible junto a otras mujeres que estén experimentando el mismo momento vital. Cuando las mujeres estamos intercambiando conversaciones, bromas, llantos o recuerdos con otras madres, nos resulta muy liviano permanecer con nuestros hijos. En cambio, cuando estamos solas, creemos que no somos capaces y suponemos que deberíamos dejar a los niños al cuidado de otras personas para “ocuparnos de nostras mismas”. Frecuentemente no registramos que el problema está en la soledad de permanecer junto al niño. No en nuestra incapacidad para amarlos.

Por eso, insisto, es responsabilidad de las mujeres reconocer que necesitamos volver a juntarnos. Que si funcionamos colectivamente y dentro de circuitos femeninos, la maternidad puede resultar mucho más dulce y suave. Y que “mamá sola”, es aquella que no es comprendida, apoyada ni incentivada, aunque conviva con muchas personas. Y “mamá acompañada” puede ser una mujer que no tenga pareja, pero que sin embargo cuente con el aval de su comunidad.

Laura Gutman.


Publicado en Mamatriztica: