miércoles, 21 de enero de 2015

El parto es importante.

En nuestra sociedad, por desgracia, a menudo se considera el parto como un mero trámite, algo por lo que hay que pasar para poder tener a nuestro bebé en nuestros brazos. Nuestra visión del parto, por lo general, tiene una fuerte carga patológica, casi catastrofista, y albergamos muchas ideas falsas y llenas de prejuicios sobre el mismo. El nacimiento, en lugar de ser un acontecimiento bello y cargado de emoción, nos parece algo desagradable e incluso muy peligroso. Por ello muchas mujeres nos enfrentamos al parto deseando que acabe pronto y, si es posible, que no nos enteremos de nada. Nos aterra el dolor y vivimos el parto atemorizadas. No se nos ocurre pensar que podamos disfrutar con nuestro parto, que dar a luz puede ser una experiencia incluso placentera.
De esta manera, muchas mujeres esperan, desean e incluso piden al personal sanitario que las atiende durante el parto que “hagan cosas”, que aceleren el proceso y les eviten sentir lo que está ocurriendo en su interior. No solemos conocer, ni se nos explica, que esas intervenciones tienen consecuencias negativas para nosotras y nuestros bebés y que son perjudiciales para el normal desarrollo del parto. Se identifica erróneamente “parto intervenido” con “parto seguro”, cuando es justo lo contrario: si se interviene innecesariamente se pone en peligro la salud de los implicados.
Con frecuencia solo se valora que, al final del proceso, estamos vivas y nuestros hijos también, olvidando las secuelas físicas y psíquicas de las intervenciones sufridas. A veces, lo único que parece importar a las familias y al personal sanitario es que “el producto” del parto (como se denomina en obstetricia al bebé) haya sobrevivido al supuesto peligroso trance que supone el nacimiento, independientemente de lo que haya ocurrido durante el proceso y de cómo ello pueda afectar a madre, bebé y la relación entre ambos. Se resta importancia al parto en sí, y por tanto también al nacimiento. Parece que da igual nacer de una manera u otra, no se conoce o se prefiere ignorar cómo influye en un ser humano, el modo en que nace y cómo son sus primeros momentos, horas o días en este mundo.
Pero el parto sí importa y el nacimiento también. Es obvio que no es lo mismo parir con prisas que con tranquilidad, acompañada por alguien de confianza que sola, y no es igual dar a luz con cortes que sin ellos. No es lo mismo nacer cuando se está preparado, que ser forzado a nacer antes de tiempo. No es lo mismo nacer tras haber tenido sufrimiento fetal, que nacer sin haber sufrido ningún estrés. No es lo mismo nacer y encontrarse en los brazos de la madre, que nacer y sentirse solo y desamparado en una incubadora.

El tipo de parto influye en la mujer. Influye en su confianza en si misma y en los que la rodean. Influirá en cómo se sienta física y emocionalmente tras el mismo y en cómo se enfrente al cuidado de su bebé. El tipo de parto y la percepción que la mujer tenga del mismo influye en su vida reproductiva posterior, en su decisión de ampliar o no su familia en el futuro, y en que lo haga antes o espere más tiempo.

Por otro lado, el tipo de nacimiento influye en el bebé. Influye en su actitud en los meses posteriores, en su nerviosismo y la facilidad o dificultad que encontraremos para calmarle. Influye en el éxito o fracaso de la instauración de la lactancia. Influye en la manera en que ese bebé se relacionará con el mundo exterior, bien con curiosidad y arrojo o con recelo y miedo. Suele decirse que “la primera impresión es la que queda” y si la llegada al mundo del bebé es traumática, su percepción del mismo será la de un lugar duro y sin contemplaciones, lo que probablemente dejará una huella perceptible en su personalidad.

Cada parto es único e irrepetible, nacemos una sola vez, y lo que ocurra en esos momentos nos acompañará toda la vida. Porque esta experiencia nos marca, todos debemos velar por cuidar que tenga lugar de una manera saludable y satisfactoria. Por el bien de las madres, por el bien de los bebés, por el bien de todos, tenemos que tomar consciencia de que el parto sí importa y que no sólo es importante sobrevivir al parto, sino hacerlo de una manera sana y feliz.

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Imagen de Amanda Greavette.