miércoles, 18 de diciembre de 2013

Una nueva mirada sobre la navidad. Michel Odent.

Cuando asistí al curso Paramanadoula 2011 en Buenos Aires, quedé sorprendida con los simples, pero extraordinarios relatos de Michel Odent y Liliana Lammers, sobre los partos que habían asistido, acompañado, observado…o simplemente esperado. Estos dos seres humanos comprendieron a la perfección, la importancia de la intimidad en el parto, comprendiendo a éste como parte de la sexualidad de la pareja. Nos hablaron de la importancia de proteger a la mujer de cualquier estímulo externo que pueda perturbarla y entorpecer el trabajo de parto.

Es por esto que “Una nueva mirada sobre la Navidad” es un relato importante de revisar, especialmente en estas fechas, ya que el parto de María en un pesebre, tiene un simbolismo muy potente, sobre el cual deberíamos reflexionar. Michel Odent nos habla de María y su parto mamífero, instintivo, sencillo, pero lleno de amor y poder. Jesús, el maestro nació en un ambiente humilde, rodeado de animales y lleno de oxitocina, la hormona del amor.

“Una nueva mirada sobre la navidad”

Un recién nacido entre un asno y un buey: muchos comparten hoy esta imagen simplificada de la Navidad. Mi propia imagen de la Navidad está inspirada en lo que aprendí de las mujeres que traían a su bebé al mundo en la más completa intimidad, sin sentirse guiadas u observadas. Está también inspirada en el Evangilium Jacobi Minoris, es decir, el protoevangelio de Jacques le Mineur (1). Este evangelio fue salvado del olvido, a mediados del siglo XIX, por el místico austríaco Jacob Lorber, autor de La infancia de Jesús (2). Según estos textos, José partió a la búsqueda de una partera. Cuando regresó, Jesús ya había nacido. Cuando la deslumbrante luz se atenuó, la partera se encontró ante una escena increíble; ¡Jesús ya había encontrado el pecho de su madre! La comadrona exclamó entonces: “¿Quién ha visto jamás un niño que apenas nacido tome el pecho de su madre?” Es el signo evidente de que este niño, al convertirse en Hombre, un día juzgaría según el Amor y no según la Ley.

El día que Jesús estuvo listo para llegar al mundo, María recibió un mensaje -un mensaje de humildad. Se encontraba en un establo, entre otros mamíferos. Sin decir palabra alguna, sus compañeros la ayudaron a comprender que en esa circunstancia debería aceptar su condición de mamífero. Debería sobrellevar su handicap de ser humano y quitarse de encima la efervescencia de su intelecto. Debería segregar las mismas hormonas que los otros mamíferos cuando dan a luz a sus bebés, haciendo actuar la parte la parte primitiva del cerebro que todos tenemos en común. La situación era ideal para que María se sintiera segura. El “trabajo” pudo establecerse en las mejores condiciones posibles. Habiendo percibido el mensaje de humildad y aceptado su condición de mamífera, María se reencontró en cuatro patas. En tal postura, y en la oscuridad de la noche, se desconectó fácilmente del mundo.
 
Poco después de su nacimiento, Jesús se encontró en los brazos de una madre extática, tan instintiva como puede serlo una madre mamífera que viene de parir. En una atmósfera verdaderamente sagrada, Jesús fue recibido y pudo, fácil y progresivamente, eliminar las hormonas de estrés que necesitó segregar para nacer. El cuerpo de María estaba muy caliente. El establo mismo estaba cálido gracias a la presencia de los otros mamíferos. Instintivamente, María cubrió el cuerpo de su bebé con una ropa que tenía cerca de su mano. Estaba fascinada por los ojos de su bebé y nada hubiera podido distraerla del intenso intercambio de miradas que se establecía. Este intercambio de miradas le permitió alcanzar otro pico de oxitocina, lo cual provocó una nueva serie de contracciones uterinas que enviaron hacia el bebé un poco de la sangre preciosa acumulada en la placenta. Pronto, la placenta fue liberada. Madre e hijo se sentían seguros. Al principio María, guiada por la parte del cerebro que compartimos con todos los mamíferos, estaba de rodillas. Luego de la liberación de la placenta, se puso de costado, con el bebé cerca de su corazón. En seguida, Jesús comenzó a mover la cabeza, a veces hacia la derecha, otras a la izquierda y, finalmente, a abrir la boca en forma de O. Guiado por su sentido del olfato, se acercaba cada vez más al pezón. María, que aún se encontraba dentro de un equilibrio hormonal particular, y por ello muy instintiva, sabía perfectamente cómo sostener a su bebé e hizo los movimientos necesarios para ayudarlo a encontrar el pecho. Fue así como Jesús y María transgredieron las reglas establecidas por los neocórtex de la comunidad humana. Jesús –un rebelde pacífico desafiando toda convención- había sido iniciado por su madre. Jesús mamó vigorosamente durante un largo rato. Con el sostén de su madre, salió victorioso de uno de los episodios más críticos de su vida. En breves instantes se había adaptado a la atmósfera y había comenzado a utilizar sus pulmones, se adaptó a las fuerzas de la gravedad y a las diferencias de temperatura. ¡Jesús es un héroe!

No había reloj en el establo. María no necesitaba saber cuánto tiempo Jesús había tomado de su pecho antes de dormirse. La noche siguiente María durmió un sueño ligero. Estaba vigilante, protectora y preocupada de satisfacer las necesidades de la más preciosa de las criaturas terrestres. Los días siguientes, María aprendió a sentir cuándo su bebé tenía necesidad de ser mecido. Había tal acuerdo entre ellos, que ella sabía perfectamente adaptar el ritmo del balanceo a la demanda del bebé. Siempre meciéndolo, María se puso a canturrear unas melodías a las que agregó algunas palabras. Como millones de otras madres antes que ella, María descubrió así las canciones de cuna. Jesús comenzó a aprender lo que es el movimiento y el espacio. Aprendió también lo que es el ritmo y, entonces, comenzó a adquirir la noción de tiempo. Entró progresivamente en la realidad espacio-temporal. Luego María empezó introdujo cada vez más palabras al tararear sus canciones de cuna. Entonces Jesús Absorbió su lengua materna.

Referencias

(1) Proto-Evangile de Jacques 19.2 Citado en: JesúsJean Paul Roux. Fayard, París 1989, p100.

(2) Jacob Lorber. L´enfance de Jesús ou l´évangile de Jacques. Capítulo 16 Editions Helios, Ginebra 1983. Título original: Die Jugend Jesu, Stuggart 1852.


Michel Odent. 2005. La Cientificación del Amor. El Amor y la Ciencia.  Capítulo 19 páginas, 121-122. Editorial Creavida. Buenos Aires. 

Escrito por Carla Ramírez Reyes, egresada de Antropología Social, de la Universidad de Chile, terapeuta integral y creadora de "Junto A la Mujer".

domingo, 15 de diciembre de 2013

El difícil oficio de no hacer nada.


Cuando hace 4 años y medio decidí tener mi primer parto en casa y tuve la osadía de comentarlo sin tapujos ante mi familia y amigos, hube de soportar diversas miradas y comentarios. Es cierto que tenía la opción de no decir nada (conozco mucha gente que lo hace, demasiada presión pasamos muchas mujeres en nuestro embarazo como para encima ponernos esa presión “popular” encima), y yo lo entiendo, pero también es cierto que me gusta reivindicar y visibilizar mis actos “revolucionarios”, como ahora en mi maternidad (que ya verás tú, lo revolucionario que resulta ser parir y criar como se ha venido haciendo durante casi toda la vida). Pero bueno, una es así, aunque ha aprendido a elegir sus batallas, en estas ocasiones luzco mi bandera partoactivista o lactivista.
Muchas personas que me quieren “bienintencionadamente” me intentaban convencer para no parir mi primera hija en casa, para esperarme “aunque se al segundo parto, mujer, que tú no sabes lo que es eso”. Yo, que estaba plenamente convencida de mi elección y siempre tuve el apoyo de mi pareja agradecía el consejo y negaba con la cabeza mientras pensaba: “Sí, claro, lo mejor es tener un primer parto en el hospital para jugar a la lotería de la matrona buena o la matrona chunga y si te toca la chunga que te corten, te insulten, te vejen y luego buscar un segundo parto de redención en casa para sanar mi herida emocional y física”. Os lo digo así, sin tapujos, porque es lo que pensaba. Y siento si a alguien le molesta, estoy siendo sincera con mis sentimientos en aquel momento.
Tras el éxito del parto en casa de una primeriza (cosa que llamó mucha la atención), lo siguiente que me preguntaron fue que qué hicieron mis matronas en mi parto. “Nada”, dije. Allí  ya se armó la grande. El parto en casa en España no está cubierto por la seguridad social y muchas personas no podían creer que yo hubiera pagado a alguien para que no hiciera “Nada”.
Pero es que eso es exactamente lo que tenían que hacer.
La ciencia y la naturaleza nos muestran cada vez más claramente la evidencia de que el proceso fisiológico de parto evoluciona mejor cuanto menos es molestado.
Es más, se ha intervenido en el parto bajo la excusa de que era necesario, cuando resulta ser al revés. Es decir, no es que pasen cosas y por eso se interviene, es que pasan más cosas cuanto más se interviene. Cada vez que se cambia un límite protocolario (se bajan los niveles de bradicardia fetal, se aumenta el tiempo permitido para expulsivo…) o se adecúan actitudes (estar expectante con estreptococo desconocido, hacer piel con piel tras cesáreas…) me convenzo más de esta afirmación que escuché a una matrona muy experimentada y muy querida por mí.
Mucha gente me dice también que fui afortunada tuve en mi parto en casa, que  yo tuve la “suerte” de que todo saliera bien. Yo agradezco cada día al universo por mis dos magníficos partos y  mis dos sanísimas hijas, pero a la vez estoy segura de que esta “suerte” es en parte producto del trabajo personal que llevo realizando durante toda mi vida (y que aún continúa y continuará) y de que precisamente mi parto fuera en casa y se tomaran como “normales” cosas que en un hospital podrían no serlo.
Así que agradezco por enésima vez a mis matronas por poner en práctica el dífícil oficio de no hacer nada y escuchar mis tiempos y los de mis bebés como las grandes profesionales y personas que son. Les pagaría infinitas veces por ello.
Porque no hacer nada es confiar en la fuerza del maravilloso milagro de la vida.
No hacer nada es permitir que este milagro, por si mismo, suceda.
Ojalá los partos estén cada vez menos determinados por las gráficas de unos monitores y más por la fuerza de las mujeres.
Leído en facebook: Pariendo un mundo mejor.
Publicado en: Del útero a tus brazos.