Cuando asistí al curso Paramanadoula 2011 en Buenos Aires,
quedé sorprendida con los simples, pero extraordinarios relatos de Michel Odent
y Liliana Lammers, sobre los partos que habían asistido, acompañado, observado…o simplemente esperado.
Estos dos seres humanos comprendieron a la perfección, la importancia de la
intimidad en el parto, comprendiendo a éste como parte de la sexualidad de la
pareja. Nos hablaron de la importancia de proteger a la mujer de cualquier
estímulo externo que pueda perturbarla y entorpecer el trabajo de parto.
Es por esto que “Una nueva mirada sobre la Navidad” es un
relato importante de revisar, especialmente en estas fechas, ya que el parto de
María en un pesebre, tiene un simbolismo muy potente, sobre el cual deberíamos
reflexionar. Michel Odent nos habla de María y su parto mamífero, instintivo,
sencillo, pero lleno de amor y poder. Jesús, el maestro nació en un ambiente
humilde, rodeado de animales y lleno de oxitocina, la hormona del amor.
“Una nueva mirada sobre la navidad”
Un recién nacido entre un asno y un buey: muchos comparten
hoy esta imagen simplificada de la Navidad. Mi propia imagen de la Navidad está
inspirada en lo que aprendí de las mujeres que traían a su bebé al mundo en la
más completa intimidad, sin sentirse guiadas u observadas. Está también
inspirada en el Evangilium Jacobi Minoris, es decir, el protoevangelio de
Jacques le Mineur (1). Este evangelio fue salvado del olvido, a mediados del
siglo XIX, por el místico austríaco Jacob Lorber, autor de La infancia de Jesús
(2). Según estos textos, José partió a la búsqueda de una partera. Cuando
regresó, Jesús ya había nacido. Cuando la deslumbrante luz se atenuó, la
partera se encontró ante una escena increíble; ¡Jesús ya había encontrado el
pecho de su madre! La comadrona exclamó entonces: “¿Quién ha visto jamás un
niño que apenas nacido tome el pecho de su madre?” Es el signo evidente de que
este niño, al convertirse en Hombre, un día juzgaría según el Amor y no según
la Ley.
El día que Jesús estuvo listo para llegar al mundo, María
recibió un mensaje -un mensaje de humildad. Se encontraba en un establo, entre
otros mamíferos. Sin decir palabra alguna, sus compañeros la ayudaron a
comprender que en esa circunstancia debería aceptar su condición de mamífero.
Debería sobrellevar su handicap de ser humano y quitarse de encima la efervescencia
de su intelecto. Debería segregar las mismas hormonas que los otros mamíferos
cuando dan a luz a sus bebés, haciendo actuar la parte la parte primitiva del
cerebro que todos tenemos en común. La situación era ideal para que María se
sintiera segura. El “trabajo” pudo establecerse en las mejores condiciones
posibles. Habiendo percibido el mensaje de humildad y aceptado su condición de
mamífera, María se reencontró en cuatro patas. En tal postura, y en la
oscuridad de la noche, se desconectó fácilmente del mundo.
Poco después de su nacimiento, Jesús se encontró en los
brazos de una madre extática, tan instintiva como puede serlo una madre
mamífera que viene de parir. En una atmósfera verdaderamente sagrada, Jesús fue
recibido y pudo, fácil y progresivamente, eliminar las hormonas de estrés que
necesitó segregar para nacer. El cuerpo de María estaba muy caliente. El
establo mismo estaba cálido gracias a la presencia de los otros mamíferos.
Instintivamente, María cubrió el cuerpo de su bebé con una ropa que tenía cerca
de su mano. Estaba fascinada por los ojos de su bebé y nada hubiera podido
distraerla del intenso intercambio de miradas que se establecía. Este
intercambio de miradas le permitió alcanzar otro pico de oxitocina, lo cual
provocó una nueva serie de contracciones uterinas que enviaron hacia el bebé un
poco de la sangre preciosa acumulada en la placenta. Pronto, la placenta fue
liberada. Madre e hijo se sentían seguros. Al principio María, guiada por la
parte del cerebro que compartimos con todos los mamíferos, estaba de rodillas.
Luego de la liberación de la placenta, se puso de costado, con el bebé cerca de
su corazón. En seguida, Jesús comenzó a mover la cabeza, a veces hacia la
derecha, otras a la izquierda y, finalmente, a abrir la boca en forma de O.
Guiado por su sentido del olfato, se acercaba cada vez más al pezón. María, que
aún se encontraba dentro de un equilibrio hormonal particular, y por ello muy
instintiva, sabía perfectamente cómo sostener a su bebé e hizo los movimientos
necesarios para ayudarlo a encontrar el pecho. Fue así como Jesús y María
transgredieron las reglas establecidas por los neocórtex de la comunidad
humana. Jesús –un rebelde pacífico desafiando toda convención- había sido
iniciado por su madre. Jesús mamó vigorosamente durante un largo rato. Con el
sostén de su madre, salió victorioso de uno de los episodios más críticos de su
vida. En breves instantes se había adaptado a la atmósfera y había comenzado a
utilizar sus pulmones, se adaptó a las fuerzas de la gravedad y a las
diferencias de temperatura. ¡Jesús es un héroe!
No había reloj en el establo. María no necesitaba saber
cuánto tiempo Jesús había tomado de su pecho antes de dormirse. La noche
siguiente María durmió un sueño ligero. Estaba vigilante, protectora y
preocupada de satisfacer las necesidades de la más preciosa de las criaturas
terrestres. Los días siguientes, María aprendió a sentir cuándo su bebé tenía
necesidad de ser mecido. Había tal acuerdo entre ellos, que ella sabía
perfectamente adaptar el ritmo del balanceo a la demanda del bebé. Siempre
meciéndolo, María se puso a canturrear unas melodías a las que agregó algunas
palabras. Como millones de otras madres antes que ella, María descubrió así las
canciones de cuna. Jesús comenzó a aprender lo que es el movimiento y el espacio.
Aprendió también lo que es el ritmo y, entonces, comenzó a adquirir la noción
de tiempo. Entró progresivamente en la realidad espacio-temporal. Luego María
empezó introdujo cada vez más palabras al tararear sus canciones de cuna.
Entonces Jesús Absorbió su lengua materna.
Referencias
(1) Proto-Evangile de Jacques 19.2 Citado en: JesúsJean Paul
Roux. Fayard, París 1989, p100.
(2) Jacob Lorber. L´enfance de Jesús ou l´évangile de
Jacques. Capítulo 16 Editions Helios, Ginebra 1983. Título original: Die Jugend
Jesu, Stuggart 1852.
Michel Odent. 2005. La Cientificación del Amor. El Amor y la
Ciencia. Capítulo 19 páginas, 121-122.
Editorial Creavida. Buenos Aires.
Escrito por Carla Ramírez Reyes, egresada de Antropología Social, de la Universidad de Chile, terapeuta integral y creadora de "Junto A la Mujer".
Escrito por Carla Ramírez Reyes, egresada de Antropología Social, de la Universidad de Chile, terapeuta integral y creadora de "Junto A la Mujer".