domingo, 3 de agosto de 2014

Las ventajas de la lactancia materna.




Efectivamente, la lactancia materna es el alimento perfecto para los bebés. Su composición es inigualable, la leche materna es un alimento <vivo> y que cambia en función de lo que el bebé necesita; se sabe incluso que las madres que han tenido un bebé prematuro producen una leche especial para prematuros. La composición de la leche va cambiando a lo largo de cada toma (al principio tiene más agua y al final más grasa) y conforme crece el bebé. También se sabe que a través de la leche, la madre pasa sus defensas al recién nacido. Por eso, los bebés amamantados están muy bien protegidos frente a las enfermedades infecciosas (diarreas, gripes, otitis, meningitis, etcétera). Además de calorías, defensas y vitaminas, la leche tiene unas sustancias de valor incalculable: los ácidos grasos que favorecen enormemente el desarrollo cerebral. Probablemente la leche materna tenga otra cantidad de sustancias maravillosas que se irán descubriendo en los años venideros. Por el contrario, la lactancia artificial incrementa el riesgo de que el bebé padezca numerosas enfermedades (diarreas, infecciones respiratorias, otitis, bacteriemias, meningitis, botulismo, infecciones urinarias y enterocolitis necrotizante, síndrome de muerte súbita del lactante, diabetes de tipo I, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, linfomas, enfermedades alérgicas y otros trastornos). La lactancia materna tiene muchas ventajas para la salud de la madre: disminuye la hemorragia posparto, favorece la pérdida de peso, una mejor remineralización ósea en el posparto, y reduce el riesgo de cáncer de ovario y de mama.

Estamos bastante acostumbrados a oír toda esa retahíla de efectos positivos de la lactancia. Sin embargo, tal vez el motivo más importante para recomendar la lactancia sea que favorece el vínculo, que es algo tan sencillo como decir que permite que el bebé crezca sintiéndose muy querido y feliz, lo que a la larga hará que sea un niño con una buena autoestima y confianza en sí mismo. Desde luego que esto también se puede conseguir sin lactancia materna, pero la lactancia materna lo facilita muchísimo ¿Por qué?

El vínculo es la relación de apego entre la madre y el niño. Es la base, la relación que le da al niño la seguridad y confianza que necesita para poder luego explorar el mundo que lo rodea. Para tener una afinidad fuerte con su madre, los niños nacen aprendidos: instintivamente buscan estar pegados a ella. Como decía Bowlby, el investigador que describió la formación del vínculo en los humanos: <Es una suerte, para su supervivencia, que los bebés estén hechos por la naturaleza de tal modo que seducen y esclavizan a sus madres>. El vínculo entre madre e hijo en condiciones ideales es una relación amorosa plena. El niño va aprendiendo a confiar en el mundo y en las demás personas gracias a la seguridad que le produce saber que su madre está ahí, que responde a sus necesidades, que, en resumidas cuentas, lo quiere y lo acepta tal y como es. El vínculo se va fortaleciendo a lo largo de los primeros meses y años de vida. El bebé despliega todas sus conductas destinadas a tener cerca a su madre: succiona, acaricia el otro pecho, le sigue con la mirada, le sonríe, le llama o llora y se desespera si ésta desaparece de su entorno. Todo son conductas de apego, respondidas con la atención materna. Así, la madre y el niño tienen una relación muy estrecha y cercana, satisfactoria y completa. La lactancia no sólo favorece el vínculo; es el vínculo perfecto, el lugar ideal, el espacio de encuentro. Porque dar de mamar es un abrazo madre-bebé casi continuo. Los bebés amamantados permanecen mucho tiempo en brazos de sus madres, pegados a su pecho, oyendo el corazón, escuchando su voz, sintiendo su olor continuamente… El bebé se siente querido, sabe que su madre está ahí cerquita, y que responde a sus necesidades. Así se construye la seguridad en uno mismo, sintiendo ese amor de los demás, y la autoestima, porque a través del cariño que la madre muestra por el cuerpo de su hijo (mediante caricias, abrazos, incluso cantos), este también aprende a querer su propio cuerpo. La lactancia facilita la conexión madre-hijo: pasarse horas mirándose y acariciándose, quedarse medio dormidos en un sofá o dormidos del todo en una cama.

La lactancia materna es además gratuita, preciosa, ecológica y portátil. Las madres pueden amamantar en cualquier lugar, a cualquier hora, el alimento siempre está en su punto, da igual que la madre acabe de bañarse en el mar o esté viajando en un avión. Cada vez que se le ofrece el pecho a un bebé se le está dando mucho más que leche, se le da un abrazo, un consuelo, una caricia. La lactancia es cosa de dos, y las madres que amamantan pueden explicar todo lo que reciben a cambio: los bebés también las acarician, les sonríen, miran, escuchan, dan las gracias de mil maneras… conforme van creciendo, la relación va adquiriendo nuevas y sorprendentes formas, los niños de dos y tres años que siguen tomando el pecho juegan con él, traen a los juguetes y los acercan al pecho, hablan con cariños de <las tetis> de su madre… Y, a veces, también lo piden cuando notan que es su madre la que necesita parar un rato y recibir un abrazo. La lactancia es una relación amorosa muy intensa y deliciosa, pero muchas veces se malogra de manera temprana a pesar de los deseos de madre e hijo.

Para las madres que han tenido una cesárea, la lactancia tiene ventajas adicionales como:

El útero recupera antes su tamaño normal (la cesárea hace que el útero tarde más en volver a su medida original que si el parto hubiera sido vaginal).
Favorece la pérdida de peso, lo cual es aún más beneficioso si la madre tiene limitada su movilidad y actividad física durante las primeras semanas como consecuencia de la intervención.
La protección para el bebé de numerosas infecciones puede ser especialmente importante en niños que nacen por cesárea tras un parto largo con rotura de bolsa o que permanecen en el hospital, donde el riesgo de infecciones es mayor.

Pero, sobre todo, el éxito en la lactancia permite a muchas madres recuperar la confianza en su cuerpo y la autoestima que se vio quebrantada por la cesárea. Al favorecer el vínculo, la lactancia puede ser un instrumento de sanación de la herida emocional producida por el parto traumático, tanto para la madre como para el niño. Como cuenta una madre que tuvo a su hija por cesárea urgente y traumática:

"Dar de mamar durante casi nueve meses a mi hija ha sido mi mayor satisfacción, nuestra manera de superar el parto que no fue. Me he sentido poderosa y segura, como si fuera la demostración de que mi cuerpo funciona… Las primeras semanas era lo que más me consolaba, me había perdido el parto pero nadie más podría robar la lactancia, me sentía orgullosa de haberlo logrado a pesar del inicio tan dificultoso".

A pesar de estos beneficios, los obstáculos son importantes. De hecho, son numerosos los estudios que demuestran que las madres tienen una cesárea dan menos el pecho que las que dan a luz vaginalmente. Los motivos son múltiples, pero antes de exponerlos detalladamente, revisemos los conceptos más básicos de la lactancia materna.




Olza Ibone, Lebrero Enrique. 2006. ¿Nacer por cesárea? Cómo evitar cesáreas innecesarias y vivir cesáreas respetuosas. Págs 77-81. Grupo editorial norma. Bogotá, Colombia.