Efectivamente, la
lactancia materna es el alimento perfecto para los bebés. Su composición es
inigualable, la leche materna es un alimento <vivo> y que cambia en
función de lo que el bebé necesita; se sabe incluso que las madres que han
tenido un bebé prematuro producen una leche especial para prematuros. La
composición de la leche va cambiando a lo largo de cada toma (al principio
tiene más agua y al final más grasa) y conforme crece el bebé. También se sabe
que a través de la leche, la madre pasa sus defensas al recién nacido. Por eso,
los bebés amamantados están muy bien protegidos frente a las enfermedades
infecciosas (diarreas, gripes, otitis, meningitis, etcétera). Además de
calorías, defensas y vitaminas, la leche tiene unas sustancias de valor
incalculable: los ácidos grasos que favorecen enormemente el desarrollo
cerebral. Probablemente la leche materna tenga otra cantidad de sustancias
maravillosas que se irán descubriendo en los años venideros. Por el contrario,
la lactancia artificial incrementa el riesgo de que el bebé padezca numerosas
enfermedades (diarreas, infecciones respiratorias, otitis, bacteriemias,
meningitis, botulismo, infecciones urinarias y enterocolitis necrotizante,
síndrome de muerte súbita del lactante, diabetes de tipo I, enfermedad de
Crohn, colitis ulcerosa, linfomas, enfermedades alérgicas y otros trastornos).
La lactancia materna tiene muchas ventajas para la salud de la madre: disminuye
la hemorragia posparto, favorece la pérdida de peso, una mejor remineralización
ósea en el posparto, y reduce el riesgo de cáncer de ovario y de mama.
Estamos bastante
acostumbrados a oír toda esa retahíla de efectos positivos de la lactancia. Sin
embargo, tal vez el motivo más importante para recomendar la lactancia sea que
favorece el vínculo, que es algo tan
sencillo como decir que permite que el bebé crezca sintiéndose muy querido y
feliz, lo que a la larga hará que sea un niño con una buena autoestima y confianza
en sí mismo. Desde luego que esto también se puede conseguir sin lactancia
materna, pero la lactancia materna lo facilita muchísimo ¿Por qué?
El vínculo es la relación de apego entre la
madre y el niño. Es la base, la relación que le da al niño la seguridad y
confianza que necesita para poder luego explorar el mundo que lo rodea. Para
tener una afinidad fuerte con su madre, los niños nacen aprendidos:
instintivamente buscan estar pegados a ella. Como decía Bowlby, el investigador
que describió la formación del vínculo en los humanos: <Es una suerte, para
su supervivencia, que los bebés estén hechos por la naturaleza de tal modo que
seducen y esclavizan a sus madres>. El vínculo entre madre e hijo en
condiciones ideales es una relación amorosa plena. El niño va aprendiendo a
confiar en el mundo y en las demás personas gracias a la seguridad que le
produce saber que su madre está ahí, que responde a sus necesidades, que, en
resumidas cuentas, lo quiere y lo acepta tal y como es. El vínculo se va fortaleciendo
a lo largo de los primeros meses y años de vida. El bebé despliega todas sus
conductas destinadas a tener cerca a su madre: succiona, acaricia el otro
pecho, le sigue con la mirada, le sonríe, le llama o llora y se desespera si
ésta desaparece de su entorno. Todo son conductas
de apego, respondidas con la atención materna. Así, la madre y el niño
tienen una relación muy estrecha y cercana, satisfactoria y completa. La
lactancia no sólo favorece el vínculo; es el vínculo perfecto, el lugar ideal,
el espacio de encuentro. Porque dar de mamar es un abrazo madre-bebé casi
continuo. Los bebés amamantados permanecen mucho tiempo en brazos de sus
madres, pegados a su pecho, oyendo el corazón, escuchando su voz, sintiendo su
olor continuamente… El bebé se siente querido, sabe que su madre está ahí
cerquita, y que responde a sus necesidades. Así se construye la seguridad en
uno mismo, sintiendo ese amor de los demás, y la autoestima, porque a través
del cariño que la madre muestra por el cuerpo de su hijo (mediante caricias,
abrazos, incluso cantos), este también aprende a querer su propio cuerpo. La
lactancia facilita la conexión madre-hijo: pasarse horas mirándose y
acariciándose, quedarse medio dormidos en un sofá o dormidos del todo en una
cama.
La lactancia
materna es además gratuita, preciosa,
ecológica y portátil. Las madres pueden amamantar en cualquier lugar, a
cualquier hora, el alimento siempre está en su punto, da igual que la madre
acabe de bañarse en el mar o esté viajando en un avión. Cada vez que se le
ofrece el pecho a un bebé se le está dando mucho más que leche, se le da un
abrazo, un consuelo, una caricia. La lactancia es cosa de dos, y las madres que
amamantan pueden explicar todo lo que reciben a cambio: los bebés también las
acarician, les sonríen, miran, escuchan, dan las gracias de mil maneras…
conforme van creciendo, la relación va adquiriendo nuevas y sorprendentes
formas, los niños de dos y tres años que siguen tomando el pecho juegan con él,
traen a los juguetes y los acercan al pecho, hablan con cariños de <las
tetis> de su madre… Y, a veces, también lo piden cuando notan que es su
madre la que necesita parar un rato y recibir un abrazo. La lactancia es una
relación amorosa muy intensa y deliciosa, pero muchas veces se malogra de manera
temprana a pesar de los deseos de madre e hijo.
Para las madres
que han tenido una cesárea, la lactancia tiene ventajas adicionales como:
El útero recupera antes su tamaño normal
(la cesárea hace que el útero tarde más en volver a su medida original que si
el parto hubiera sido vaginal).
Favorece la pérdida de peso, lo cual es aún más beneficioso si la
madre tiene limitada su movilidad y actividad física durante las primeras
semanas como consecuencia de la intervención.
La protección para el bebé de numerosas
infecciones puede ser
especialmente importante en niños que nacen por cesárea tras un parto largo con
rotura de bolsa o que permanecen en el hospital, donde el riesgo de infecciones
es mayor.
Pero, sobre todo,
el éxito en la lactancia permite a muchas madres recuperar la confianza en su
cuerpo y la autoestima que se vio quebrantada por la cesárea. Al favorecer el vínculo, la lactancia puede
ser un instrumento de sanación de la
herida emocional producida por el parto traumático, tanto para la madre
como para el niño. Como cuenta una madre que tuvo a su hija por cesárea urgente
y traumática:
"Dar de mamar durante casi nueve
meses a mi hija ha sido mi mayor satisfacción, nuestra manera de superar el
parto que no fue. Me he sentido poderosa y segura, como si fuera la
demostración de que mi cuerpo funciona… Las primeras semanas era lo que más me
consolaba, me había perdido el parto pero nadie más podría robar la lactancia,
me sentía orgullosa de haberlo logrado a pesar del inicio tan dificultoso".
A pesar de estos
beneficios, los obstáculos son importantes. De hecho, son numerosos los
estudios que demuestran que las madres tienen una cesárea dan menos el pecho
que las que dan a luz vaginalmente. Los motivos son múltiples, pero antes de
exponerlos detalladamente, revisemos los conceptos más básicos de la lactancia
materna.
Olza Ibone, Lebrero Enrique. 2006. ¿Nacer por
cesárea? Cómo evitar cesáreas innecesarias y vivir cesáreas respetuosas. Págs
77-81. Grupo editorial norma. Bogotá, Colombia.