Al introducir “los criterios del siglo XXI”, traemos a la
luz razones nuevas y vitales que alteren los procesos psicológicos lo menos
posible y que intenten revertir las tendencias actuales. Entender las lecciones
de “la cientificación del amor” y adquirir la capacidad de pensar a largo plazo
son la base de las estrategias para el futuro. El objetivo debería ser que la
mayor cantidad posible de mujeres dé a luz contando con un flujo imperturbable
de hormonas del amor. El mayor obstáculo es una amplia y casi cultural
incapacidad de entender la psicología de los nacimientos.
En otras palabras, tenemos que redescubrir las necesidades
básicas de las mujeres en trabajo de parto. Han sido olvidadas después de miles
de años de nacimientos culturalmente controlados, de décadas de nacimientos
industrializados y de una proliferación de “métodos” de nacimientos “naturales”
(como si las palabras “método” y “natural” fueran compatibles). Todos los
mamíferos comparten estas necesidades básicas. Todos los mamíferos deben
sentirse seguros al dar a luz: posponen el nacimiento si hay un predador en los
alrededores. Todos los mamíferos necesitan privacidad: tienen estrategias para
no sentirse observados durante el período próximo al nacimiento. Redescubrir
estas necesidades básicas, dará lugar al renacimiento de la partería auténtica.
Una partera es una figura materna. En un mundo ideal, nuestra madre es el
prototipo de persona con quien nos sentimos seguros sin percibirnos observados
o juzgados.
Solamente cuando las necesidades básicas de las mujeres en
trabajo de parto y el rol específico de la partera sean psicológicamente
interpretados, se logrará cambiar hacia estrategias de nacimiento nuevas y
simples. Estas estrategias tendrán en cuenta la seguridad de las cesáreas
modernas. Cualquiera que explore nuestra base de datos podrá convencerse de que
es necesario evitar las drogas durante el trabajo de parto, así como también
los nacimientos largos y dificultosos por vía vaginal, y el uso de herramientas
como el fórceps, previendo evitar cesáreas de urgencia y cesáreas programadas
sin trabajo de parto, cuando el cirujano siente una carrera contra el progreso
del peligro fetal.
Por lo tanto, debemos prepararnos para una estrategia
binaria, con dos escenarios básicos.
Ya sea que el proceso de nacimiento se desarrolle
directamente por la vía vaginal o no, nunca se debe llegar a una cesárea de
emergencia, debe darse lugar al trabajo de parto. La tarea crítica es decidir
con suficiente tiempo, durante la primera parte del trabajo de parto, cuándo se
debe indicar una cesárea.
Necesitamos pruebas no farmacológicas adaptadas a
estrategias del siglo XXI. La “prueba de la pileta de nacimiento” es un buen
ejemplo de herramientas para los escenarios del futuro. Está basada en el
simple hecho de que cuando una mujer en trabajo de parto entra en esta pileta y
se sumerge en agua a temperatura corporal, debería haber progresos
espectaculares en su dilatación dentro de la primera o la segunda hora. Si la
dilatación avanzada permanece estable a pesar de estar sumergida en el agua, de
estar en un ambiente de privacidad (¡nada de cámaras!) y con una luz tenue, se
puede concluir en que, probablemente, haya un obstáculo mayor. No hay razón
para dejar de hacerlo. En este caso, es más sabio efectuar una cesárea sin
urgencia mientras sigue el trabajo de parto.
Una estrategia binaria de esta naturaleza es compatible
tanto con prácticas sin drogas como con bajos índices de intervención
quirúrgica.
No es un ideal inaccesible; es, probablemente, la lección
más importante de Nacimiento Renacido.
En el amanecer del siglo XXI, debemos confrontar las
implicancias de una cesárea fácil, segura y bien aceptada con los aprendizajes
proporcionados por “la cientificación del amor”.
Debemos, urgentemente, preguntar lo impreguntable: ¿Podrá la
humanidad sobrevivir a la práctica de las cesáreas consideradas seguras?
"Nacimiento Renacido". Michel
Odent. Págs. 12-13. Editorial CreaVida, Buenos Aires. 2005.